lunes, 17 de mayo de 2010

USURUGAI EPILOGO I



Habían dejado atrás el bosque de las espadas donde los esqueletos a duras penas enfundados en armaduras samurai les habían presentado batalla; habían sobrevivido a los tres anillos defensivos de la colina de Usurugai, donde se habían enfrentado a un tornado de fantasmas y espectros, donde habían luchado por su vida y por su alma entre fuego y barro...

Y ahora se encontraban frente a la gran puerta de la fortaleza roja, con 15 metros de altura y rematada en bronce la puerta era en sí un monumento.
Los cinco habían empezado la aventura y los cinco habían llegado hasta allí; Riku el poderoso hechicero se apoyaba pesadamente en su bastón, mientras su mirada cansada recorría la inmensa puerta. Thorson el guerrero enano subía apretando los dientes la enfangada cuesta mientras rebuscaba en su barba buscando los trozos de hueso humano q habían ido a parar a ella en el fragor de la batalla.
Miko la kitsune de tres colas rebuscaba con la punta de su arco entre un montón de huesos y restos de armaduras q había al píe de la gran muralla, por si encontraba alguna punta de flecha alojada en alguna peto, la gracil arquera casi ni se había manchado de barro las patas, era como un espejismo de luna en un desierto de barro y sangre.
Dhamon el paladín incaba la rodilla en tierra mientras oraba a Amaterasu buscando aliento y consuelo por las cosas q en este día había hecho y había visto, su escudo estaba abollado, y su brillante armadura tenía salpicaduras de barro, pero su corazón era puro y su fé nunca se ensuciaba.
Cerraba el grupo Toshiro, a medio camino entre ladrón y hechicero, el espadachín siempre se las apañaba para q otros hicieran el trabajo sucio, su katana había dado cuenta de algún esbirro, pero su gestos denotaban q el miedo se había apoderado de él...era el único q sabía donde se estaban metiendo...

-parece q el acceso a pie esta abierto-dijo el hechicero en voz baja, si bien todos le oyeron, el silencio era curiosamente, sepulcral.
-acabemos con esto cuanto antes, hemos venido a buscar esa maldita espada y con esa maldita espada regresaremos a Numai-dijo el enano con su ronca voz mientras se adelantaba a los demás con paso firme. De una patada acabo por tirar la desbencijada puerta menor q daba acceso a la fortaleza y se introdujo en el patio. Los demás acabaron por seguirlo. Toshiro cerraba la marcha apesadumbrado.
El paisaje era desolador, un gran patio de armas se extendía ante ellos, dos grandes torretas construidas en madera aparecían y desaparecían entre la niebla, el camino de piedra principal discurria entre ellas. En varios puntos eran reconocibles grupos de cuerpos de guerreros samurai muertos aún enfundados en sus armaduras, muchos conservaban posturas de guardía e incluso algunos seguían en pie apoyados en sus alabardas como si la muerte les hubiera cojido de imprevisto.

El singular grupos siguió avanzando con el corazón encojido, la niebla se arremolinaba entre ellos pero pasaba rauda, más como una nube baja azuzada por el viento en lo alto de una montaña, q como una niebla normal, y al pasar les robava el calor de sus cuerpos...incoscientemente se fueron apretando unos contra otros.
Sus pasos llevaron a sus pies hasta los margenes de una construcción en piedra, alzaron la vista, la niebla se disipó, y les permitió ver un gran puente de piedra q cruzaba por encima de lo q en otro día fue un foso de agua, si bien ahora no era más q una sopa compuesta de legamo grisaceo y abundantes restos oseos...detrás del puente estaban los jardines señoriales, pero algo había pasao con los almendros y castaños, estaban podrídos y sus ramas colgaban hasta el suelo como manos q arañan la tierra q les da sustento, rosales y arbustos habían perdido su color y belleza para transformarse en informes masas de hojas malolientes...aquí y allí en los jardines se adivinaban los cuarteles de oficiales dispuestos al aire libre, varios muros de tela guardaban la tienda de campaña central, si bien muchas telas estaban rotas por el viento y su sonido flagelante era lo único q se oia...la gran pagoda de Usurugai estaba al fondo, era como un titán rollizo de piel roja y tejas negras, sus tres pisos centrales y el castillo superior debían medir más de ochenta metros.

Se disponían a cruzar el puento cuando el viento cambió de dirección e hizo ondear una bandera roja q había pasado desapercibida hasta entonces...la estampa era aterradora, entre humo y fuego apareció un corcel gigantesco salido del infierno, era negro como un pecado, sus crines puras llamas, y de sus olllares salían chispas incandencentes...transportaba a un jinete de apariencia aún más tenebrosa, enfundado en una socarrada armadura de campaña, jirones de carne y tendón asomaban en la mano q sujetaba las riendas y en la q portaba el estandarte.
Sus ojos eran dos llamas verdes perdidas en la profundidad de su yelmo del que colgaban los restos de una agusanada mandibula.
Otro ondeo de bandera y un centenar de soldados samurais aparecieron en la retaguardia del jinete, todos con las armas desenfundadas y en posición de ataque, los jirones de niebla corrian como serpientes entre sus filas, mientras ellos se movían como una marea de hierro, hueso y carne.

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