domingo, 25 de enero de 2009

LA LLAMADA DE CHUTLU, CAP III



El sheriff no tardo mucho en aparecer de nuevo con su puro achatado soltando humo como una locomotora, dos hombres entraron al despacho detras de él, lucían sendas gabardinas marrones y sombreros de ala corta, olían más a madero q los pinares de Yellowstone.
-estos son Albert y Gary, serán vuestra sombra hasta q encontreis al marine.-los dos hombres se presentaron con un gesto de cabeza y lebantaron unos milímetros el sombrero con el dedo en lo referente a Lucia.
-no quiero más problemas ni desapariciones, lo recuperais, volveis aqui de una pieza y doy por zanjado el caso hasta nueva orden.-Su decisión parecía meditada e irrevocable.
Yo por supuesto no pensaba dejar q el "carnicero", un hombre al que teníamos en foto, y del que conocíamos hasta las pecas del culo se nos escapara, sobre todo ahora q sabíamos de sus refinados gustos.

Salimos de la oficina y fuimos al coche, abrí el maletero para repartir las armas q dimitri gentilmente nos habia suministrado. Elegí la escopeta de dos cañones, mi puntería era nefasta y una escopeta a bocajarro es de esas cosas en las q hasta un anticuario no falla...enseguida la puse a dormir en mi regazo mientras conducía al único sitio donde podia recabar algo de información: el antro del tatuador.

Oficialmente se acabó la diplomacía desde el momento q entramos en el local los cinco con las armas en la mano apuntando al menudo dibujante de pellejos, la escena me recordaba a los westerns de hollywood donde el sheriff entraba en el bar con sus chicos...el pianista dejaba de tocar, las chicas del cancan se congelaban para mirarnos y nosotros escupíamos tabaco al suelo antes de liarnos a tiros...eramos los jodidos cuatro jinetes apocalipsis...y una enfermera.

El hombre se derrumbó a los cinco minutos, albert demostró ser bastante bueno dibujando y casi tenía acabada la bandera de los estádos unidos en la frente del hombrecillo, cuando al canario le dió por cantar.
Nos dió la dirección de un poligono a las afueras del distrito 13, según él, los "cortadores de cabezas" se reunían allí.
Lo dejamos atado a la silla y los conduje hasta el polígono; después de reconocer el terreno descubrimos q aparentemente la mole de ladrillo rojo estaba vacía.
Las ventanas del primer piso qdaban aproximadamente a la altura de mis ojos, así q sin perder el tiempo las desmontamos y nos introdujimos por la parte trasera mientras Gary y la enfermera hacían guardia.
Entramos en lo que parecía una oficina, estaba abandonada hace mucho y el polvo se acumulaba encima de los informes esparcidos por el suelo, unos ventanales con una persianas desvencijadas y una puerta entreabierta eran la única salida.
Crucé el cuarto en cuclillas, y eché un ojo por la ventana, un pasillo de hierro forjado sobre lo que parecía un almacén nos esperaba detrás de la puerta.
Salimos aún agachados y en penumbras recorrimos el ferreo pasillo hasta bajar unas escaleras; llegamos al almacén donde un portón de chapa de dos hojas nos daba el alto y dos puertas laterales hacían de escoltas.
Casi me sale el corazón por la boca cuando un portazo sordo rompió el silencio, albert amartilló el arma, mientras yo pensaba si tenía puesto el seguro de mi escopeta, pero nada más sucedió.
El sonido nos guió hasta la puerta de la izquierda; mostrando más valentía de la que yo mismo le creía, el profesor se dispuso a abrir la misma con la punta de su colt, la linea rota de luz se fue agrandando y al abrir pudimos oir el sonido de una conversación amortiguada por una pared...una silla vacia y una lámpara de pié era todo lo que lucía el pequeño recibidor. Una puerta de acero como la de una cámara frigorífica qdaba en medio de los dos elementos.
Nos apostamos junto a la puerta, los dos colts a ambos lados ,y yo, la escopeta, al frente... albert contó con los dedos hasta 3 y abrío la puerta silenciosamente hacía mi.
Entré caminando tranquilamente mientras la conversación continuaba...dos mejicanos platicaban mientras otro dormía en un sucio jergón al fondo junto a una puerta con salpicaduras rojizas...mi entrada acabó con el dialogo secamente, los dos cañones de la escopeta apuntándoles eran suficiente argumento...el profesor entró detrás de mi y tapó la boca a la bella durmiente q despertó con el arma pegada a la sien...tampoco dijo nada.

Albert organizó la custodia de los tres guates, mientras el profesor y yo abriamos la tétrica puerta. La oscuridad, el frío y el olor a tierra húmeda nos dió la bienvenida; por suerte James había traido una linterna en la chaqueta, a veces me sorprendía, la encendió y entramos en la estancia.
Como un faro alumbrando el mar, descubrimos en el suelo una serie de formas redondeadas, eran cadaveras, hasta cuatro conté, plantadas en el barro como el que planta un rabano. Parecían antiguas y ninguna tenía la prominente frente del marine.
De repente nas botas aparecieron en la elipse luminosa de la linterna, Jar estaba sentado en el suelo contra la pared, con los brazos en cruz por encima de la cabeza atados a unos ganchos, y la cabeza colgando inerte. Me adelanté y le puse dos dedos en el cuello, estaba todo manchado de coágulos de sangre...para mi sorpresa el pulso era firme y para cuando despertó ya le habíamos soltado. Estaba confundido y débil, pero como aquel no era sitio para tomar el té, decidimos dejar las preguntas para más tarde.
Fue al apollarlo contra mi hombro cuando lo oí, un sonido terroso y como el rechinar de unos dientes...algo alargado en pie se adivinaba en los límites de la oscuridad mientras James ascendía con la luz de su linterna hasta enfocar lo q parecía una espina dorsal humana terminada en un cráneo q rezumaba barro mientras se desencajaba su mandibula. Me quedé petrificado. Fue el marine q armado con la resolución de aquel al que le mueve la venganza, me quitó la escopeta de las manos y disparó los dos cartuchos a escasos centímetros del engendro. La habitación se llenó de harina de hueso.
El pulso del profesor empezó a flaquear y el haz de luz de su linterna vagaba libremente por la habitación, aún así pudimos ver claramente como los otros tres cráneos empezaban a salir de la tierra; guiado por el sentimiento de una vida perdida valorando jarrones, esprinté hastá el craneo más próximo y lo chuté con todas mis fuerzas, el cráneo estalló contra la puerta de entrada, y yo seguramente tenía el pie roto.
Aullando de dolor me fui al suelo, oí un ruido a mi lado y alcé la vista, una de las cadaveras serpenteaba hasta mi, intenté incorporarme, pero fué tarde, vi como la criatura lanzaba sus sucios dientes hacia mi cuello, metí la cabeza en la dirección del morisco y nuestros craneos chocaron, no sentí nada, pero sin duda había conseguido morderme...y no me soltaba. Empecé a forcejear, intentando separar su mandíbula de mi trapecio, cuando todo estalló en polvo blanco. y perdí la consciencia. Luego me enteré q James había disparado contra el monstruo, nunca una bala había rondado tan cerca de mis meninges.

Me recuperé en el coche, estabamos los cinco, el profesor conducía, y lucia cosía mi maltrecho hombro...enseguida me arrepentí de no haber despertado un poco más tarde...como últimamente teníamos por constumbre nos refugiamos en el puerto, el olor a salitre parecía despejarnos como la acetona a los boxeadores groguis.

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