viernes, 13 de septiembre de 2013

DE CABEZA AL ABISMO V

La terrible patada del minotauro acabó de partir la extraña puerta y una de las hojas cayó pesadamente al suelo.
Todos se adentraron en la estancia a trompicones sabedores de que los demonios sombra acechaban detrás. 
Estaban dentro de la guarida de Yukora. 
Lo primero q notaron fue el calor, era como estar demasiado cerca de una gran hoguera, a cada segundo notaban como su piel se enrojecía y empezaban a brotar pequeñas ampollas.
Se encontraban en un gran salón, rectangular, casi cuadrado. En cada esquina había un pozo en el suelo del q salían unas llamaradas azuladas cien veces más intensas q el fuego de una fragua. Encima de cada uno de esos pozos suspendidos en el aire, levitaba un gran espadón, cada cual con un diseño distinto siniestro y mortal.
En cada pared del salón había grandes portones de madera renegrida. En el centro de la sala llamaba la atención una pesada alfombra granate rectangular sobre la que se ubicaba  pedestal con una piedra multifacetada de cristal rosáceo de unos 50 cm metida en una urna de cristal.

     Riku percibía como todas las líneas mágicas y protecciones confluían en aquella piedra, era un artefacto q guardaba todo el complejo contra intromisiones mágicas y hechizos de teletransporte. Latía con magia y poder.
Estaba empezando a conjeturar la lista de hechizos a usar para intentar desactivar tan poderoso artefacto, cuando el minotauro dio cuatro grandes zancadas se acercó al pedestal y con un poderoso arco de su espadón de platino, barrió por completo la urna y la piedra de cristal, creando un borrón de astillas de cristal rosas y azules...todos se quedaron boquiabiertos y esperaron una explosión o q se viniera abajo el complejo...pasaron unos segundos y nada sucedió.
    Zentx volvió con el grupo y al salir de la alfombra, la misma se iluminó, unas lineas de luz y runas mágicas recorrieron el borde de la alfombra y un gran rugido resonó en el salón.
Todos aprestaron sus armas, y vieron como las llamas de los fosos se duplicaban en tamaño, al momento una enorme mano informe surgía de cada uno de los pozos, unos seres gigantescos con vaga forma humana, surgían de los abismos, estaban hechos de magma incandescente y sus cuerpo chorreaban piedra líquida.
Eran los guardianes del complejo, viejos elementales de magma a los que el Bálor tenía esclavizados pendientes de resolver una deuda q nunca sería saldada.

Jessikah veía claramente a través de los ojos de Toshiro, el vínculo se reforzaba poco a poco y
pronto sería inquebrantable...por lo menos para el samurai.

Todos se apresuraron a desenfundar sus armas y se repartieron entre las cuatro esquinas del salón dispuestos a presentar batalla.
Todos menos el halfling...Angus se escabulló agazapado entre sus compañeros hasta la puerta de madera renegrida q había al este. La puerta estaba entornada pero abierta, se introdujo en la estancia y cerro tras de sí.
La habitación olía a papel podrido y agua estancada, a su izquierda una gran mesa de madera sostenía innumerables tomos y mapas arrugados, mientras q a su derecha una pequeña charco rectangular de agua corrompida estaba a los pies de un trono de huesos de gigantescas proporciones.
El trono le llamó la atención, estaba compuesto por enormes huesos de criaturas infernales, sujetos por tendones y piel putrefacta, sus reposabrazos eran afiladas garras y se coronaba con una gran osamenta demoniaca.
Su sentido común le decía q era peligroso, pero su espíritu aventurero le decía q era un artefacto de gran poder. Antes siquiera de pensarlo ya estaba sentándose en el trono y buscando sensaciones. Enseguida lo abrumó un sentimiento de odio y maldad, grandes ambiciones y  promesas llenaron su cabeza, y de haber sido otro quizá habrían calado profundamente. Pero no en el halfling, la bondad de su corazón y la feroz libertad de su espíritu y de su raza lo inmunizaban a tales sentimientos.

Al otro lado de la misma sala, detrás de la mesa de madera donde estaban agrupados los planos arrugados de la fortaleza, se encontraba Samir; oculto tras un hechizo de invisibilidad.
El rakshasa era la mano derecha de Abarabone. Al notar la intrusión se había refugiado en la misma sala q ahora compartía con el halfling, la que él conocía como la Sala de los Oficiales.
Estaba convencido q los elementales de magma les darían trabajo a los aventureros, pero tb sabía q eran poderosos, los había visto combatir y salir victoriosos numerosas veces, lo sabía a través del seguimiento q les hacía su maestro desde el trono y su charco de escudriñamiento.
Ahora el halfling se sentaba en el trono de Yagor. Normalmente su sólo contacto marchitaba la piel, sentarse en el mismo era causa de muerte en la mayoría de los casos, incluso su maestro solía deleitarse con sus víctimas precisamente de aquella manera.
A Samir le había costado mucho esfuerzo controlar algunos poderes del trono, éste había pertenecido a un antiguo Bálor,  señor de esta capa del abismo tiempo atrás. Yagor el Entronado, era su nombre y se decía q construyó el trono con los huesos de sus propios oficiales después de una sonada victoria, en una orgía de sangre y magia.
Las habilidades del artefacto eran muchas, había visto matar a varios demonios consumiendo su carne, sabía q el trono controlaba el cristal guardián q protegía el enclave del Yukora, incluso se decía q podía ser un nexo entre el abismo y el plano material primario...una puerta por el cual podrían colarse los demonios sedientos de sangre.


Angus se guiaba con su innato sexto sentido para la magia y por su experiencia para desentrañar los misterios del artefacto. Notó una cálida sensación y se concentró en ella...al momento los rasguños de sus codos y rodillas desaparecieron como si nunca hubieran existido. Siguió indagando pero un gran golpe en la puerta de la estancia lo desconcentró, abrió los ojos y cayó del trono.

La puerta se abría lentamente mientras un elemental de magma se deshacía con innumerables flechas q le coronaban la cabeza. Angus salió al salón justo para comprobar como la contienda había acabado y los elementales se habían desvanecido de regreso al plano elemental del fuego.
Algunos de sus compañeros estaban algo chamuscados pero seguían de una pieza.

Todos se reunieron en el centro del enorme salón mientras la Kitsune realizaba vendajes y la drow y el hechicero discutían su próximo movimiento.
Samir cerca de ellos avanzaba invisible pegado a la pared, el estúpido halfling había puesto en guardia al trono y ahora era mucho más difícil de usar por lo que debería ir a pie para avisar a su maestro.
La estancia del Yukora estaba escaleras arriba, la guardaba una suave cortina de seda roja, que tenía la capacidad de volverse dura como un muro de acero si había intromisiones, como era el caso. Pero Samir sabía q sería de runas tocar para que el cortinaje le dejase pasar.

Lussy posó su dedo índice sobre sus labios y mando callar al hechicero, había oído algo, un arrastrar de pies sobre la piedra, enseguida agudizó su mirada y percibió algo extraño en la falda de las grandes escaleras. Hizo un gesto con la mirada a Riku y el hechicero ejecutó un rápido hechizo q hizo q la forma invisible del Rakshasa se contornease en multiples luces de colores dando al traste con su maniobra de sigilo.
La sombra invisible y ahora bañada en un spray de colores de Samir salió huyendo escaleras arriba mientras el grupo se preparaba a seguirlo.

El hombre-tigre subió a grandes saltos la ancha escalera y ya en la cima se topó con las cortinas de seda roja aceradas, en su afán de huida tocó tres runas bordadas en la base de la cortina que la volvería a su estado normal y decidió esconderse arremolinado en la misma mientras intentaba un hechizo de disipación sobre sí mismo.

El grupo de aventureros subió la escaleras en pos de la silueta de colores, en un momento lo perdieron de vista, pero siguieron ascendiendo hasta toparse con las largas cortinas de seda carmesís.
Todos intuían q estaban llegando a la guarida del Yukora, el aire era pesado y olía a muerte, el minotauro fue el primero en apartar lentamente los cortinajes con la punta de su espadón. Le seguía Miko con una flecha de adamantita cargada en su arco sagrado. Toshiro a su vez apartó otro poco de tela con la punta de Obishuan y a punto estuvo de ver el felino pie del Rakshasa si éste no lo hubiera apartado rápidamente.
Lo que vieron les heló la sangre...la estancia estaba pobremente iluminada, cientos de cadenas plagadas de ganchos y anzuelos colgaban del techo al ensangrentado al suelo, creando un bosque tupido y macabro. Aquí y allá se veían restos humanos, un brazo colgaba de una gancho, jirones de carne colgaban de los anzuelos y osamentas y costillas se amontonaban cerca de las paredes. En el centro de la estancia una piscina rectangular se abastecía de sangre q le llegaba por diferentes cauces tallados en suelo y paredes. Lo que los aventureros no sabían es q la sangre q llenaba la piscina era la sangre de innumerables paladínes q habían muerto a manos del Bálor. Su sangre serviría a un propósito impío.
Se adentraron lentamente en aquel infierno onírico apartando cadenas y chapoteando sangre a cada paso, Miko se quedó en la entrada, su arco sería de poco utilidad entre tanta cadena, junto a ella aguardó también el halfling.
Riku rebuscó en su zurrón y con cuidado deslió el cordel q anudaba el tubo de pergamino contenedor del poderoso hechizo de disyunción mágica q destruiría el vínculo entre Abarabone y Yukora. Lo desenrolló y lo sujetó enfrente suyo. Zentz se colocó delante de él para protegerlo mientras Lussy y Toshiro exploraban la sala. El Halfling se quedó en la retaguardia.
De repente, en una explosión de fuego y miles de gotas de sangre, y con un ensordecedor rugido surgió de entre el viscoso líquido la imponente figura del Bálor. Aún medio sumergido era enorme, el fuego bañaba su hercúleo cuerpo y la sangre hervía a su contacto. Era el mal hecho carne, su media sonrisa prometía dolor y sufrimiento, su mirada odiaba todo lo q sus ojos en llamas veían, pertenecía al abismo, y por el bien de los hombres, nunca debería salir de él.


En su frente, custodiada por dos enormes cuernos, brillaba la azulada piedra-alma q contenía el espíritu invasor de Abarabone.
Riku actuó con rapidez, empezó a leer la salmodia que dejaría inerte la piedra el suficiente tiempo para ponerla a buen recaudo. El hechizo era del más alto nivel, cualquier error en su lectura podría ser fatal, para él y para todos.
Fue entonces cuando entre una nube de humo y azufre, en una de las esquinas de la cámara, apareció otro gran demonio de horrible apariencia. Era Lithbro el Vrolikai, líder de los demonios Sombra. Casi tan alto como el Bálor, pero la mitad de corpulento, el demonio era una pesadilla viviente; de color negro verdoso, con una osamenta macabra y  seis brazos q arrastraba por el suelo, sus manos de dedos infinitamente largos blandían lo q parecían dagas hechas de oscuridad y mal puro. Rápidamente cargó hacia el Yukora mientras con sus correosas alas apartaba las cadenas plagadas de anzuelos.


  Fue éste movimiento de cadenas el que se trasmitió hasta Riku y uno de los ganchos lo golpeó en la cara, haciéndole una pequeña brecha encima del ojo q a punto estuvo de estropear el conjuro, no lo había perdido pero tendría q empezar la salmodia de nuevo.
Para Lithbro los mortales presentes eran tan insignificantes como las moscas alrededor de un bebe goblin. Su única idea era acabar con Yukora, llevaba décadas soportando el despotismo del Bálor y ahora llegaba su oportunidad de alzarse con el liderazgo de la Legión del Látigo Ardiente. Con un gran salto cargó contra el Bálor con todos sus cuchillos, Yukora lo agarró firmemente las muñecas de los dos brazos superiores del Vrolikay, pero sus cuatro brazos inferiores empezaron a apuñalarlo entre las costillas con una saña infernal.

  Todo era humo, sangre y rugidos, los aventureros se encontraban en una extraña posición, sabiamente habían decidido retroceder y proteger al hechicero y su pergamino disyuntivo. Riku se concentró y empezó de nuevo el conjuro. Visualizó entre garras, cuernos y dientes la joya alma azulada en la frente de Yukora. La entonación fue perfecta mientras su mano se alzaba y señalaba la gema. Terminó la salmodia y no sucedió nada.
   La energía del conjuro seguía allí en su cabeza, pero la gema era un artefacto poderoso y se negaba a ceder. El hechicero se concentró en su entrenamiento, en las horas de dolor y sufrimiento infinito en la universidad de Minamo, en todo lo q había pasado para llegar a ser quien era. Hizo uso de toda su fuerza de voluntad para intentar anular la joya de nuevo...una gota de sangre se escurrió por la faz del hechicero hasta el pergamino haciéndose uno con las runas mágicas...las palabras mágicas inscritas en el pergamino desaparecieron, y al final el pergamino entero desapareció en llamas.
  Fue entonces cuando el sonido de un cristal roto resonó en la sala, los demonios cejaron su forcejeo, una pequeña grieta apareció en la gema-alma, después la siguieron otras; el sonido cesó y los trozos de gema cayeron de la testa del demonio para hundirse entre la sangre...


   Se detuvo el tiempo y todos pudieron ver como una inmensa sombra fantasmagórica inundaba la estancia, tenía forma de dragón con las alas extendidas, un quedo rugido se pudo oír como un susurro en sus corazones y la sombra se desvaneció.
  Toshiro notó como Obishuan vibraba ante tal despliegue mágico, y hubiera notado un pequeño picor en su conciencia, de haberla tenido.

  Riku no quería destruir la gema, sólo desactivarla, era un artefacto impío y de gran maldad, pero también era una magnifica obra de ingeniería mágica, bella a su manera. El hechicero sintió como se vaciaba, como su energía se elevaba y se escapaba por su fontanela. Las heridas y cicatrices volvieron a marcar su piel, su carne se abrió en infinitos cortes y sangró de nuevo...todo lo q había sido desapareció...él sabía muy bien cual era el castigo por destruir tal artefacto mágico...cayó de rodillas al suelo, su vista borrosa fue capaz aún de ver cómo el Yukora asía la cabeza de Lithbro y de un brusco gesto la separaba de sus hombros...la espina dorsal del Vrolikai aún se movía cuando Riku perdió el conocimiento.

  Zentz, Lussy y Toshiro cerraron filas delante del hechicero y se prepararon para la q les venía encima,  el demonio iba a ser un hueso duro de roer aún desarmado y herido como estaba.
  Miko y Angus se adentraron en la estancia y tomaron posiciones sabedores de que sólo podrían defenderse por un tiempo.
  Samir salió disparado escaleras abajo sólo para encontrarse de frente con un grupo de súcubos q subían hacia su posición.

  Pero entonces apareció Jessikah, con un gesto apaciguó al confundido Bálor, se acercó a él y le susurro unas palabras. No fueron muchas pero su actitud cambió. Yukora salió maltrecho de sangrienta piscina y desapareció entre las cadenas.


Al poco ya los aventureros estaban en el puente de Irid, el minotauro portaba en brazos al hechicero, la kitsune llevaba encadenado a Samir, ésta había intercedido por él antes de q las súcubo se alimentaran del hombre-tigre, y el rakshasa le había jurado fidelidad, sin aparentemente mucha  opción.

Jessikah lo dispuso todo y se despidió de los aventureros con unas pocas palabras entre las q no había ningún agradecimiento, entonó un hechizo de despedida q devolvería al grupo al grupo a su plano natal. Ahora la súcubo se alegraba de no haber usado el hechizo antes, los mortales le habían servido de gran ayuda, y al fin y al cabo enseguida volvería a preparar otro clon de sí misma para cualquier contingencia.
Nadie sabia q el samurai seguía oyendo la dulce voz de la súcubo en su cabeza, haciéndole promesas de poder y de pasión, los dos puntos débiles del guerrero. No sería la última vez q se verían de eso estaba seguro.

Con un estallido de luz, y una sensación de mareo regresaron a Pangea.